La
brújula en su bolsillo,
un
espíritu imposible de necedad perpetua.
Su
norte extraviado,
impenetrable
hasta la última saliva.
Un
rumor en su garganta, un desatino.
El
silencio no se impone, es su destino.
Y
cree que sabe y dice,
y
cree que conoce, y habla,
y
piensa que acompaña, y estorba.
Entristece
aun sin deseo,
su
desgana la lleva a un vuelo,
un
estúpido y maniqueo aleteo,
que
tan solo sirve cual deseo.
La
mira fija en su ombligo,
en su
yo impenetrable y altivo.
No ve
la luz ni aunque la alumbren,
se ve
a sí misma y a su culo.
Y yo
le digo: «Eres imbécil»
ella
me mira y se arredra,
cual
si fuera un espíritu imposible.
En el
fondo no hay más que podredumbre,
mujer
perdida en sus miserias,
asolada,
triste y desvalida,
que
la ayuda la desprecia con desgana.
Francisco
Javier Ramos Alija
13/4/2016
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