Y
llegó, la vi sentada a la espera,
olisqueaba
el ambiente sin hacerse notar,
sonrió
a mi mirada y me llamó sin hablar,
la
hice esperar, quería su impaciencia…
Y la
vi sostenerse de puro coraje,
la
mirada elevada, de duda y lamento.
Sonreí
ante ella y la vi despojarse,
la
sentí torbellino en dudosa frecuencia.
Y
conectamos de lejos,
sus
ojos de impacto
mi
verbo latiendo,
y
ella escuchando,
sintiéndose
dentro.
Y
volví a enrollarme,
de
puro contento,
dije
muchas cosas,
todo
inconexo.
Y la
vi levantarse,
la
sesión acabada,
sus
ojos prendados,
los
míos serenos.
Y se
fue susurrando,
no
comprendí sus deseos,
me
quedé meditando,
en el
fondo era un lerdo.
Francisco
Javier Ramos Alija, 18/4/2016
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