Un
lucero en la penumbra,
el
imán de mi llamada,
la
torrentera desmedida,
una
pasión desaforada.
El
retorno a lo pactado,
la
caída del amigo,
su
suerte y su pasado,
un
sentimiento desmedido.
Y me
aproximo y la encuentro,
rota
y sin sentido,
perdida
en su argumento,
estremecida
por dentro.
La
acaricio con desgana,
se
aplaca ya vencida,
está
triste y acobardada,
perdió
de facto su valentía.
La
siento y me consuelo,
ya no
pido más que verla,
y al
mirarla de soslayo,
me
río de su impaciencia.
Pues
retorna poco a poco
a
sentirse viva y plena.
Quiere
saberlo todo
y no
puede esperarla a ella.
Compungido
y descarriado,
se va
olvidando el todo,
Mira
siempre cual torillo
no le
importa si es vaca o potro.
Desprovisto
y sin empaque,
se
queda adormilada,
no te
creas que no puede,
solo
está de siesta en madrugada.
Francisco
Javier Ramos Alija, 22/4/2016
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