En la
montaña la luz,
el
silencio en la noche.
Un
vigía en la mañana,
una
estela persistente.
El
suave y tenue sentimiento,
la
nostalgia y el ensueño.
Florece
y se exalta,
verdea
y crece
en la
austera tierra,
en el
valle verde,
en la
costa yerma,
en el
llano inhóspito,
en la
tierra misma.
Se
expande y huele,
a
amapola y silva,
a
tomillo y prado,
a
jara y azucena,
a
manzanilla y mies…
El
chaparrón escampa,
la
tierra huele
a
humedad fecunda,
a
labor y sed.
Francisco
Javier Ramos Alija, 25/4/2016
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