Foncebadón

Foncebadón

miércoles, 28 de octubre de 2015

El otoño es así

La ribera remansa su espíritu,
hay quien dice que el ocaso es así:
El espectáculo se abre a nuestros ojos,
desde el rojo al amarillo,
desde el verde al ocre,
del azul más cristalino al gris más oscuro.
El otoño es así.

La penumbra se acoda a la lluvia,
el sueño se acomoda junto al fuego,
la pregancia se calienta en el hogar
mientras la lumbre crepita en los viejos leños...
Y tu...¿qué miras?

Te alimentas de nostalgia sin quererlo,
descubres un recodo de tu luz y la ves,
te reconforta mirarla así, de lejos...
Lo que miras no eres tu,
es ese trocito de amargura que reposa en el pasado,
que se atreve a importunarte,
que te dice: «aún estoy aquí».

Esas visitas no deseadas te atormentan,
casi siempre semejan la estulticia...
Empero, vuelven y se arriman, ¡las puñeteras...!
Mejor lejos que a tu lado,
pero tu no las manejas.
Y retornan al ocaso,
vuelven al otoño cada año...

El tiempo pasa, sigue su curso implacable
nos adorna con grises y blancos
que contrastan con los rojos, los ocres y amarillos.
Es el tiempo, es el otoño,
es el ocaso de la luz que se va apagando.


Francisco Javier Ramos Alija, 28/10/2015


viernes, 23 de octubre de 2015

Lo que tú ves, lo que yo veo

Ayer me dijeron que mi mirada estaba ofuscada.
Me observé tranquilo sentado en mi alcoba,
no encontré motivo, ni pena ni agravio;
tan solo el silencio oculto a la brisa.

Ayer me dijeron que estaba muy oscuro.
Me observé en silencio, mirándome adentro:
Me vi sereno, tranquilo y con fuerzas,
no encontré resquicio de negra figura.

Ayer me dijeron con su mirada en mis ojos, que estaba triste.
Me observé sin prisa, feliz y contento.

Y ahora os digo, sin temor al lamento,
miraos a vosotros y descubriros por dentro.



Francisco Javier Ramos Alija 23/10/15

lunes, 19 de octubre de 2015

Imbécil

Apareció temprano, al alba.
La mirada esquiva, la boca apretada.
Simuló agacharse y trastabilló;
la boca mansa, el orgullo en declive.

Preguntó al aire: ¿qué querías?
Solo verte, sentirte, comprenderte...
Permaneció en silencio y cerró los ojos.
La miré con ansias, la estudié a fondo.

Me regaló una sonrisa, tan solo eso...
Me sentí dichoso, recordé el amor...
Esa pequeña zozobra que removió otrora mis adentros,
la sentí a mi lado,
su mirada en la mía,
su sonrisa franca,
mis sentidos plenos...

¡Imbécil! No sueñes... ¡mira!



Francisco Javier Ramos Alija 19/10/2015

jueves, 8 de octubre de 2015

TatuaDos


Tu piel es de seda,
tus besos,
del sabor de la hierbabuena.

Tu piel es de miel,
tus besos,
endulzan mis labios de hiel.

Tu piel es de arena,
tus besos,
del sabor y el olor de la tierra.

Tu piel es de agua,
tus besos,
fuente que refresca mi alma.

Tu piel es de fuego,
tus besos,
antorchas que encienden mi deseo.

Tu piel es de mar,
tus besos,
encrestadas olas que se llevan mi mal.

Tu piel es de brisa,
tus besos,
me suman calma y me restan prisa.

Tu piel es de viento,
tus besos,
aplacan todos mis malos momentos.

Tu piel es de luna,
tus besos,
mecen mis sueños de cuna.

Tu piel es de sol,
tus besos,
son la vida, mi amor.


22 de agosto de 2015

miércoles, 7 de octubre de 2015

El hombre diminuto


BIOGRAFIA:
Hernán Valladares Álvarez nació en Madrid un 5 de noviembre de 1970, en el seno de una familia de origen indiano (emigrantes a México retornados). Su padre, un importante médico e investigador de Oncología, tenía una gran afición humanística y contaba con una nutrida biblioteca de materias como la filosofía, la lingüística, la historia y la literatura, aparte de gruesos volúmenes de medicina que a Hernán le eran indiferentes. Probablemente aquel ambiente humanístico le influiría más adelante. Su infancia y sobre todo su adolescencia y primera juventud estuvieron marcadas por un fuerte disentimiento ideológico y moral con su familia en un sentido amplio. Rebelde y mal estudiante fue expulsado de algunos centros, hasta que por fin retomó los estudios, tras unos años de `devaneos callejeros, experiencias de denso aprendizaje fuera de los carriles por los que obligan a circular al individuo social`. Se licenció con un expediente académico muy alto, sobre todo en las materias de historia de la lengua y literatura, en Filosofía y Letras por la Universidad Autónoma de Madrid en 1998. Contrajo matrimonio ese mismo año y se trasladó con su mujer a Estados Unidos, donde impartió clases de Literatura y Lengua Española en la universidad de Darmouth College, estado de New Hampshire, EE UU, en calidad de profesor asistente. A su regreso en España vivió en Salamanca un año y sobre todo en Asturias, tierra de la mayoría de sus ancestros, donde tuvo a sus dos hijos. Cuenta con cinco poemarios, El juglar del Apocalipsis, Vidrieras, Las horas y los hombres, La sombra luminosa. A finales de 2011 se trasladó con su familia a vivir a Querétaro, México, donde publicó En honor de la verdad (editorial Praxis, 2013, México D.F.). También escribió, sin publicar, los cuentos Cuatro narraciones de la carpeta larga, las novelas Dioses y mosquitos y Tres domingos, y el ensayo Ser optimista o pesimista. Autor de la novela El hombre diminuto (editorial Bohodón, Madrid, 2011. Reimpresa en México, 2012). Aunque como él ha dicho alguna vez, `el veneno de la literatura se inocula poco a poco a través de lecturas que parecen explicar al hombre, al mundo y a la vida mejor que la propia experiencia, y desde luego mejor que la experiencia de la vulgaridad con que se intenta adocenar cada vez más a las sociedades`, es sin embargo en el año 1991, con veinte de edad, cuando, como Saúl caído del caballo, un grave accidente de moto le provocó una inmersión profunda y definitiva en la literatura. Veintidós años más tarde, ya viviendo con su familia en Querétaro, sufrió un nuevo y aún más terrible accidente de moto del que resultó una lesión medular alta que lo dejó tetrapléjico. Obligado a regresar a España, ingresó en el Hospital de Parapléjicos de Toledo, donde estuvo nueve meses de rehabilitación. En la actualidad reside en Madrid, donde se dedica exclusivamente a la literatura. Entre otros proyectos, se encuentra muy avanzado el ensayo-autobiografía El hombre medular, un importante volumen con una primera parte autobiográfica con inserciones propias del ensayo filosófico, y una segunda parte donde esta estructura se invierte y se aproxima más al ensayo filosófico con inserciones autobiográficas. Ha escrito en su blog (Diarius interruptus): `espero terminar con este libro impuesto por las circunstancias —jamás se me habría ocurrido escribir algo autobiográfico—, cerrar esta etapa de dolor de dimensiones mitológicas, para poder proseguir con mi ambiciosa novela Abril decide y otros proyectos literarios, luego, ya veremos qué pasa o si deja de pasar`.

RESEÑA:
Para Camilo Pedro, el protagonista de la novela, habría sido mucho más sencillo ver cumplidos sus sueños de burgués acomodado, haberse casado con Margarita y terminar siendo profesor de Geología en la Universidad Complutense de Madrid. Pero el destino le tiene reservada otra existencia. Su director de tesis, el profesor Garrido, lo embarca, junto a dos compañeros más, Gregorio y Bobby, en un proyecto para buscar petróleo en la isla de Serolf al servicio de una asociación entre las petroleras Brip y Repansa, británica y española respectivamente. Las aventuras objetivas y subjetivas dentro de la isla irán transformando a los personajes, inmersos en un mundo plagado de misterios.

Un trocito


Camilo Pedro Flores Padilla recorría aquella mañana de abril los pasillos del hospital psiquiátrico como quien deambula absorto de apaciguamiento por un balneario, sin asomo de amargura o enajenación en su rostro, y en la pequeña bolsa de deporte agarrada en una mano no llevaba demasiado peso como para dibujar en su cara los gestos del esfuerzo. Los vidrios de las galerías inundaban de sol las paredes blancas y, abajo, el jardín florecía con esa explosión sexual de la vegetación en primavera. El aroma de las adelfas traspasaba las ventanas. Un poco más allá del perímetro de piedra y verja metálica que rodea las instalaciones psiquiátricas, como si se tratara de una especie de castillo o baluarte de los pensamientos raros, se extendía el campo y los olivos. Los médicos, como era lógico, los enfermeros y enfermeras, los celadores, y en general todo el personal empleado en la residencia, habíamos ido adquiriendo hacia Camilo una confianza total a lo largo de los años. Llegó conducido por unos tipos de traje caqui, y fue ingresado cuando era un hombre joven; ahora se encontraba de lleno en sus días provectos, con sus sesenta y un años de edad...

martes, 6 de octubre de 2015

Tus ojos

Al pasar me fijo en tus ojos,
cual cristales refulgen al viento.
Su ambarino brillo desconcierta al intruso,
sin embargo no puedo dejar de sentirte.

Y te siento, dentro, muy dentro,
absoluto lugar imperfecto,
que te escucha en silencio.

Y me sigo fijando en tus ojos,
que me radian todo un concierto.
Son luces reflejadas que claman:
¡Acercate a mi en silencio!

Y me atrevo a tocarte con miedo,
el rechazo puede significar un infinito lamento.
Te giras y de frente te veo:
en tus ojos la sorpresa y el desconcierto.

Mi sonrisa se refleja en la tuya,
mis ojos ven los tuyos muy cerca...

Francisco Javier Ramos Alija, 6/10/2015

lunes, 5 de octubre de 2015

El Doctor Carlino - Luis de Góngora

BIOGRAFIA:
(Córdoba, España, 1561-id., 1627) Poeta español. Nacido en el seno de una familia acomodada, estudió en la Universidad de Salamanca. Nombrado racionero en la catedral de Córdoba, desempeñó varias funciones que le brindaron la posibilidad de viajar por España. Su vida disipada y sus composiciones profanas le valieron pronto una amonestación del obispo (1588). 

En 1603 se hallaba en la corte, que había sido trasladada a Valladolid, buscando con afán alguna mejora de su situación económica. En esa época escribió algunas de sus más ingeniosas letrillas, trabó una fecunda amistad con Pedro Espinosa y se enfrentó en terrible y célebre enemistad con su gran rival, Francisco de Quevedo. Instalado definitivamente en la corte a partir de 1617, fue nombrado capellán de Felipe III, lo cual, como revela su correspondencia, no alivió sus dificultades económicas, que lo acosarían hasta la muerte. 

Aunque en su testamento hace referencia a su «obra en prosa y en verso», no se ha hallado ningún escrito en prosa, salvo las 124 cartas que conforman su epistolario, testimonio valiosísimo de su tiempo. A pesar de que no publicó en vida casi ninguna de sus obras poéticas, éstas corrieron de mano en mano y fueron muy leídas y comentadas. 

En sus primeras composiciones (hacia 1580) se adivina ya la implacable vena satírica que caracterizará buena parte de su obra posterior. Pero al estilo ligero y humorístico de esta época se le unirá otro, elegante y culto, que aparece en los poemas dedicados al sepulcro del Greco o a la muerte de Rodrigo Calderón. En la Fábula de Píramo y Tisbe (1617) se producirá la unión perfecta de ambos registros, que hasta entonces se habían mantenido separados. 

Entre 1612 y 1613 compuso los poemas extensos Soledades y la Fábula de Polifemo y Galatea, ambos de extraordinaria originalidad, tanto temática como formal. Las críticas llovieron sobre estas dos obras, en parte dirigidas contra las metáforas extremadamente recargadas, y a veces incluso «indecorosas» para el gusto de la época. En un rasgo típico del Barroco, pero que también suscitó polémica, Góngora rompió con todas las distinciones clásicas entre géneros lírico, épico e incluso satírico. Juan de Jáuregui compuso su Antídoto contra las Soledades y Quevedo lo atacó con su malicioso poema Quien quisiere ser culto en sólo un día... Sin embargo, Góngora se felicitaba de la incomprensión con que eran recibidos sus intrincados poemas extensos: «Honra me ha causado hacerme oscuro a los ignorantes, que ésa es la distinción de los hombres cultos». 

El estilo gongorino es sin duda muy personal, lo cual no es óbice para que sea considerado como una magnífica muestra del culteranismo barroco. Su lenguaje destaca por el uso reiterado del cultismo, sea del tipo léxico, sea sintáctico (acusativo griego o imitación del ablativo absoluto latino). La dificultad que entraña su lectura se ve acentuada por la profusión de inusitadas hipérboles barrocas, hiperbatones y desarrollos paralelos, así como por la extraordinaria musicalidad de las aliteraciones y el léxico colorista y rebuscado. 

Su peculiar uso de recursos estilísticos, que tanto se le criticó, ahonda de hecho en una vasta tradición lírica que se remonta a Petrarca, Mena o Herrera. A la manera del primero, gusta Góngora de las correlaciones y plurimembraciones, no ya en la línea del equilibrio renacentista sino en la del retorcimiento barroco. Sus perífrasis y la vocación arquitectónica de toda su poesía le dan un aspecto oscuro y original, extremado si cabe por todas las aportaciones simbólicas y mitológicas de procedencia grecolatina. 

Su fama fue enorme durante el Barroco, aunque su prestigio y el conocimiento de su obra decayeron luego hasta bien entrado el siglo XX, cuando la celebración del tercer centenario de su muerte (en 1927) congregó a los mejores poetas y literatos españoles de la época (conocidos desde entonces como la Generación del 27) y supuso su definitiva revalorización crítica.

RESEÑA:
Nada insólito entre los temas teatrales del Siglo de Oro, el problema del honor vuelve a aparecer incluso en las piezas de Luis de Góngora como elemento importante en la creación y desarrollo del enredo. Y aunque sea muy reducida la obra dramática gongorina, y constante la presencia de un contenido amoroso, el modo de afrontar el honor resulta marcado de manera muy distinta correspondiendo Las firmezas de Isabela (la única comedia acabada) y El Doctor Carlino (el largo fragmento de 2016 vv. ) a dos opuestos acercamientos al tema: ya concebido como absoluta necesidad de prevención y afirmación, ya, por el contrario, como tardía y algunas veces despreocupada negación.
En efecto, si en Las firmezas de Isabela la fidelidad mujeril llega a ser el contenido predominante al que parece moldearse, no sólo el enredo, sino también el diálogo y la psicología de los protagonistas, en El doctor Carlino el ultraje padecido parece constituir, más allá de toda posible angustia interior, sobre todo una ocasión para tejer una sucesión de traiciones y engaños.
Ya desde el comienzo de la comedia, a la convencional afirmación del poder de la honra:

Amor y honra tiramos
los más crueles del mundo,
más tirano este segundo
que los tres sicilianos.
Ambos [...]
hacen de un mortal arpón
y de un gusano inmortal
subjeto mi corazón.
¡Porque la honra, Carlino,
cual la conciencia imagino
que labra con su gusano [...]



Un retazo:


De estas dos balanzas vengo
a servir hoy de fïel,
y lo que yo tengo de él 
lleve Judas, si algo tengo.
Lamedores del Doctor
regalado me han el pecho,
de manera que estoy hecho
un magistral lamedor.
Andaba yo antes muy necio
diciendo lo que sentía,
sintiendo lo que decía
y dándolo todo a un precio;
ofreciendo mi persona 
con voluntad verdadera
a manquitos, que de cera
se ofrecían a Madona;
ya a lo moderno he de andar,
colear quiero y lamer: 
al más lamido morder
y al mordido saludar.
A Lucrecia tengo en pan;
en pastel me falta ahora
de echar, si puedo, a Leonora,
que está para Don Tristán.
Picarésela a lo menos,
pues tiene dientes gastados.
Mas, necio, ¿diez mil ducados
con un ángel no son buenos?
Bonísimos; ¿pues qué aguardo?

jueves, 1 de octubre de 2015

Un yo perdido

 La miseria se ajusta a mis pasos,
un hombre infeliz por avaro.

Los ojos me miran adentro,
despreciando la luz desbordante.

Y me siento ruin y perdido,
cual si fuera un temor pasajero.

La tediosa y cruenta amalgama
de colores llena mi espacio.

Y no veo, pues miro sin ojos
y equivoco el sentir de mis fibras.

Apaciguo en un no mis sentidos
cuando todo está cerca plausible.

¡Seré imbécil!
Fuente de luz que te escapas,
y yo aquí sumido en mis mierdas,
desprotegido en mi sino,
perdido en silencio,
orgulloso y vacío.


Francisco Javier Ramos Alija, 1/10/2015