Foncebadón

Foncebadón

miércoles, 16 de septiembre de 2015

El último amor de Safo. Sonetos

graficografico
RESEÑA:
Mercedes Matamoros, publica en 1902 la serie de sonetos “El último amor de Safo”. Con Matamoros, la herencia romántica queda definitivamente recogida y superada, y se anticipan elementos de un erotismo “fin de siglo” en un lenguaje modernista feminizado. En La Habana de 1900, Mercedes      Matamoros se tradujo a sí misma con    orgullosa intensidad bajo la tutela      de Safo.


BIOGRAFIA:
Mercedes Matamoros (Cienfuegos, 1851-Guanabacoa, 1906) Huérfana de madre desde los tres años, su padre fue su primer mentor, con él aprendió inglés y francés e inició sus lecturas literarias. En La Habana estudió en el colegio “El Sagrado Corazón”, del Cerro. 
En 1867 dio a conocer sus primeros artículos de costumbres en los periódicos El Siglo y El Occidente. Más tarde colaboró en «La Opinión» (1868). De 1878 a 1880 colaboró en El Triunfo. Publicó en El Almendares y además en la Revista de Cuba de 1880 a 1883. 
A partir de 1884 graves problemas familiares la aíslan de las letras, se dedica al magisterio particular y labora en el colegio María Luisa Dolz. 
En 1892 Antonio del Monte impulsa la edición de sus obras completas. Vuelve a las letras y publica en la «Ilustración de Cuba», La Golondrina (Guanabacoa), El País, La Habana Elegante, La Habana Literaria y El Fígaro. 
Sus poemas Mirtos de antaño, que aparecieron en el Diario de la Marina (1903-1904) y en El Fígaro (1922), datan de 1888 y 1889. El Fígaro publicó además algunas poesías de su libro inédito Armonías cubanas, de 1897. 
Trelles, en su Bibliografía cubana del siglo XIX, cita la pieza en un acto El invierno en flor, mencionada por Merchán, la cual no ha podido ser localizada. Su soneto “La muerte del esclavo”, escrito en 1879 para un certamen de poesía fue traducido al sueco. 
Tradujo a Byron, Longfellow, Chaucer, Tennyson y Thomas Moore, del inglés, del francés, a André Chenier y a Vigny, y del alemán a Goethe y a Schiller.



El pañuelo

Ayer, en la cajita misteriosa
que encierra tus recuerdos adorados,
entre ramos de mirto, deshojados,
otra prenda encontré, la más preciosa.

Tu pañuelo, con mano temblorosa
desdoblé, y en los pliegues perfumados
con aromas ya casi evaporados,
desolada oculté la faz llorosa.

¡Cuántas veces con él acariciaste
mi frente!, si dormida entre tus brazos,
no despertaba a tus alegres risas.

¡Oh, viento que mi dicha arrebataste!
Como hizo el cruel mi corazón pedazos,

¡llévaselo en tus alas hecho trizas!

No hay comentarios:

Publicar un comentario