Foncebadón

Foncebadón

miércoles, 30 de septiembre de 2015

En el desierto no hay atascos

BIOGRAFIA:
Moussa Ag Assarid es el mayor de trece hermanos de una familia nómada de tuaregs. Nació al norte de Mali hacia 1975 y en 1999 se trasladó a Francia para estudiar. Es autor de “En el desierto no hay atascos“, donde describe su fascinación y perplejidad ante el mundo occidental.Tenéis de todo, pero no os basta. Os quejáis. Aquí tenéis reloj, allí tenemos tiempo.En el desierto no hay atascos, ¿y sabe por qué? ¡Porque allí nadie quiere adelantar a nadie! No sé mi edad: nací en el desierto del Sahara, sin papeles…!Nací en un campamento nómada tuareg entre Tombuctú y Gao, al norte de Mali. He sido pastor de los camellos, cabras, corderos y vacas de mi padre. Hoy estudio Gestión en la Universidad Montpellier. Estoy soltero. Defiendo a los pastores tuareg. Soy musulmán, sin fanatismo.


RESEÑA:
Moussa Ag Assarid lleva el viajar en la sangre. Nacido en el norte de Mali hacia 1975, hijo de padres nómadas y primogénito de una familia de trece hijos. Con 23 años, el joven tuareg llega a Francia y cambia los dromedarios de su infancia por el TGV y el metro. Siempre en movimiento e interesado en conocer a los demás, Moussa describe en esta obra su fascinación y perplejidad ante el mundo occidental que va descubriendo: su naturaleza, sus habitantes, sus costumbres y todo aquello que no percibimos porque nos hemos acostumbrado a verlo. Las anécdotas y comentarios que cuenta, como la cama del hotel, tan grande que podrían dormir en ella todos los niños de su jaima, el milagro del agua que sale de los grifos, la magia de las escaleras mecánicas y las puertas automáticas... son a un tiempo divertidos y enternecedores, y además muy lúcidos, sin ocultar a veces la decepción por cosas como la falta de tiempo y de calor humano. Su texto, siempre impregnado por su cultura y por su arte de vivir nómada, constituye para los occidentales una ocasión de sonreír pensando en nosotros mismos.

Pequeño retazo:

Cuando tenía diecinueve años marché a Ansongo a fin de obtener mi graduado escolar. Un amigo de mi padre que tenía cuatro esposas y unos treinta hijos me dio alojamiento. Para merecerlo tenía que trabajar para la familia en condiciones difíciles, ya que los hijos de ese hombre me maltrataban. Yo era el chivo expiatorio, el extranjero. No me llamaban a comer más que cuando no quedaba casi nada. Adelgacé. Sin embargo, todas las mañanas pasaba ante la casa de una señora para entrar en una gruta, un refugio, en el que trabajaba entre seis y ocho horas; esta señora me regalaba galletas y un vaso de caldo. Un día, dejé de pasar por delante de su casa porque me daba vergüenza y tomé otro camino. Se enteró de mi nuevo trayecto y me dijo que quería protegerme como una madre. Miré al cielo y di las gracias a la mía.
Pasé ocho meses en Ansongo, el tiempo justo para obtener mi diploma. Inmediatamente después me fui haciendo autoestop a Bamako, donde permanecí hasta concluir el bachillerato. En un principio viví en casa de un primo que era muy exigente en el trabajo: lavar coches, ocuparme de los niños y buscar comida para el ganado. Me quedaba el tiempo justo para acudir a la escuela. Cada día se me hacía un poco más difícil trabajar solo, hasta que, por fin, resolví que era preferible pasar hambre y recobrar mi independencia. Así pues, me instalé en un estudio. Contaba con una exigua beca y ganaba un poco más haciendo de memorialista y vendiendo agua fresca y billetes para la tómbola de una fundación humanitaria. Tras tres años en Bamako, me suspendieron en el examen de bachillerato. Decepcionado, volví al desierto y creé en Taboye una asociación para fundar una pequeña escuela. Volví, seis meses más tarde, a Bamako con el fin de buscar fondos para mi escuela mientras decidía no darme por vencido. Volví a presentarme al examen de bachillerato, convencido de que la primera vez me habían rechazado por ser tuareg y activista de una asociación rebelde de alumnos y estudiantes de Mali. Tras trabajar sin tregua, cuando ya tenía veintitrés años, obtuve por fin mi diploma.
Fascinado siempre por Saint-Exupéry, alimentaba, ansioso por conocer al gran escritor, el sueño de ir a Francia. Deseaba decirle que su Principito tenía un hermano...
Para mí, Occidente representaba la base del saber. Descubrir bibliotecas, leer, aprender. La mayoría de los libros que tuve entre mis manos estaban editados en París. París era el centro de toda una vida intelectual. Hugo, Baudelaire, La Fontaine: ¡París! En aquella época creía que las personas que cambiaban el mundo, que hablaban, se encontraban en Francia, razón por la que debía dirigirme hacia ese país para llevar a cabo mi ideal humano y, además, mi sueño. Estaba convencido de que, si encontraba la forma de adaptarme, lograría brillar. Los medios de comunicación aumentaban mi fascinación. Lo sentía como una llamada.
  En el desierto, mi voz era escuchada por los míos, se me respetaba. En cambio, en este nuevo mundo al que aspiraba, no contaba como persona. Sólo era un desconocido que tendría que construir todo para hacerse un sitio. Sabía, sin embargo, que siempre contaría con la educación que me había proporcionado mi abuelo, quien, a menudo, me decía:
En este mundo, todos los hombres tienen algo en común: la palabra. Para comprenderlos y conocerlos, hay que escucharlos. Te adoptarán. Conserva ese tesoro y vete adonde quieras en la tierra sin olvidar nunca de dónde vienes.

martes, 29 de septiembre de 2015

Copyright

BIOGRAFIA:
LUIS MARÍA PESCETTI (1958 San Jorge, Santa Fe, Argentina). Es escritor, actor y músico. Conduce programas radiales y actúa en espectáculos para niños. Ha realizado discos con canciones infantiles humorísticas: El vampiro negro, Cassette pirata y Antología de Luis Pescetti. Entre los premios internacionales que ha recibido por sus obras, mencionamos The White Ravens, que lo obtuvo en dos oportunidades, los destacados de ALIJA, el premio Casa de las Américas y el premio Fantasía. Su amplia producción de libros para niños es reconocida en Latinoamérica y España. Sus títulos más exitosos son: Caperucita Roja (tal como se lo contaron a Jorge), Natacha, El pulpo está crudo, Frin y ¡Buenísimo Natacha!
Jorge Maronna (Bahía Blanca, Buenos Aires, 1948) es un integrante del grupo argentino de música y humor Les Luthiers. Comenzó a estudiar medicina, pero dejó la carrera poco tiempo después. Dotado de gran talento musical y excelentes dotes con los instrumentos de cuerda, además de su trabajo en Les Luthiers, debe mencionarse su trabajo como intérprete, acompañando a músicos muy prestigiosos, y la composición por encargo.


RESEÑA:
En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme, frente al pelotón de fusilamiento del coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde en que, al despertar de un sueño agitado, Gregorio Samsa se encontró en su cama transformado en un horrible insecto. Lucas Modim de Bastos comienza de esta manera su novela, y como todo en su vida, lo hace por casualidad. El encuentro en una librería con la bella Michelle será el motor para que nuestro protagonista se inicie en el difícil arte de la novela. Pues la bella sólo ansía una cosa: enamorarse de un hombre de letras, un novelista que la seduzca con palabras escritas... Por cumplir ese deseo un ignorante redomado como él escribirá Copyright, una novela que le llevará tan
lejos como jamás habia soñado... Mitad aprendiz de brujo, mitad caradura perezoso, descubrirá que no es tán difícil escribir teniendo cerca las grandes obras de la literatura universal. Se convertirá de esta manera en el plagiador más conocido del mundo editorial... Paralelamente, conoceremos las esperpéntica vida de Michelle y de su marido Günther, personaje siniestro que mantiene relaciones con el poder, ya sea con un presidente corrupto aficionado a orgías, con traficantes de armas que presionan al mismísimo Papa o con un científico obligado a realizar una insólita manipulación genética... Un hilarante delirio narrativo de dos lúcidos escritores que logran hacernos reír y, a la vez, reflexionar sobre el mundo en que vivimos. Una historia insólita que no deja títere con cabeza. Una disparatada e inteligente parodia sobre el poder literario, económico y político. Un libro divertido e incisivo. Que lo disfruten y, si quieren, que lo plagien. 

El inicio
En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme, frente al pelotón de fusilamiento el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde en que, al despertar de un sueño agitado, Gregorio Samsa se encontró en su cama transformado en un horrible insecto.
Lucas se preguntó si ese comienzo tenía el gancho suficiente. Había leído que los novelistas daban especial importancia al primer párrafo. Ella debía quedar atrapada. ¿Conocería sus fuentes de inspiración? Tal vez El Quijote, pero las otras dos no le parecían igualmente famosas. Ensayó una continuación más audaz:
En otro lugar de la Mancha, Samsa escuchó asombrado las palabras de Lady Chatterley: «Espérame en tu casa del bosque. Iré con Justine, y llevaré sogas y un látigo, como a ti te gusta». Mientras tanto, el coronel Buendía hacía morisquetas a los integrantes del pelotón de fusilamiento.
Se detuvo agotado. Quiso fumar pero no encontró cigarrillos. Encendió el televisor. Comenzaba un noticiero.
Vertiginosas imágenes del mundo. Corte a pareja de conductores que comentan las declaraciones del Presidente. Corte a éste, que declara:
Desmiento categóricamente los rumores de una posible candidatura mía para una reelección; mi máximo deseo es entregar la banda presidencial a quien gane los próximos comicios.
Corte al ministro Falfaro que, indignado, señala:
¡El Presidente no se presentará a esta tercera reelección, pero está seguro de que la va a ganar!
Corte al Presidente, con cara de fastidio.
Corte a la pareja de conductores que, cambiando el ángulo de la información, comentan la extraña desaparición de la madre del célebre doctor Anastassi, investigador en biología molecular, firme candidato al Premio Nobel, lo cual…
Lucas apagó el televisor y se durmió profundamente. Soñó que su maestra de la escuela primaria, la señorita Castro, le gritaba indignada después de leer sus redacciones. Regresaban esos penosos momentos de su infancia, aunque en la pesadilla la maestra no le pegaba.
Cuando despertó, un hilo de saliva se desprendía de su boca y se derramaba plácido sobre la hoja. Se asomó a la ventana: llovía con intensidad. Su instinto creador lo impulsaba a aprovechar esta imagen de la naturaleza. Tomando hojas sueltas de la pila de fotocopias que le había traído su vecina, Amparo, buscó «Literatura y naturaleza». Leyó: «Égloga». ¿Y si escribía una égloga? Continuó: «Composición poética del género bucólico, que se caracteriza por una visión idealizada del campo». Pensó que la visión idealizada del campo la tenía, ya que nunca había pisado ninguno. Pero le sonó mal eso del «cólico», y probó otra continuación:
Una mañana, al despertar de un sueño agitado, un horrible insecto se encontró en su cueva transformado en Gregorio Samsa. Le dio muchísimo asco.
Lucas se preguntó, con inesperada profundidad: ¿cómo sabía el bicho que él era Samsa? Tal vez vivía en una cueva en casa de Samsa, y lo veía a menudo. Se sintió tentado con la posibilidad de seguir por esta puerta que abría un millón de posibilidades.
Samsa, o, mejor dicho, el bicho, recuerda que, salvo en su apariencia semihumana, sigue siendo un bicho, que pertenece a una familia de bichos; su naturaleza estaba dividida. No podía traicionarlos, por más bichos que fueran. Su parte humana le pedía pisar a esos bichos, y su parte bicho los quería salvar. Terminó dándose un golpe en un ojo.
En ese momento apareció la madre del bicho y, al verlo con la apariencia de Samsa, salió corriendo mientras gritaba «¡Socorro, un hombre!». Samsa entendió perfectamente el asco de su madre: ella también le daba asco a él. Eran lo que se dice una familia tipo. «No debo sentir vergüenza de que mi madre/hijo sea un bicho/humano» —pensaron los dos al mismo tiempo—. En ese momento, a Samsa se le cruzó una idea por la cabeza: ¡No tendría complejo de Edipo! ¡No podía tenerlo con un horrible bicho! Cargaría con la vergüenza de ser el único de su generación sin ese complejo. Aunque, por más que tuviera seis patas, ella era su madre.
A la mañana siguiente, Gregorio Samsa, después de un sueño agitado, despertó convertido en un horrible mueble para el televisor.

lunes, 28 de septiembre de 2015

Un sueño horrible



Escondido en la noche recelo y te miro,
a hurtadillas me siento perdido, sin embargo te espío.
Y te veo desnuda y te miro,
contemplo en tus ojos su brillo,
y me adentro, y me siento simple,
cual ladrón con las manos llenas.

Me acaricio y me siento vivo,
mi piel se ruboriza, tanto que duele,
aun sigo escondido.
Mi mirada perdida en tus ojos,
mis sentidos soñando contigo.

Aporreo con mis nudillos el suelo,
esa tierra dura que agostada sueña...
Y mi mirada se pierde en tus ojos,
te siente conmigo.
Y al mirarte espero tu guiño,
tu miras enfrente y ves lo que quieres,
mi sueño se pierde a tu lado,
el tuyo resbala al mío.

Y sigo perdido en mi esquina,
mirándote a hurtadillas,
recogido en mis pobres miserias,
el silencio no rompe, se estanca.

La luz de repente cambia su brillo,
en tus ojos fulgura y te absorbe.
Me despierto del sueño inconcluso
deseo no haberlo tenido.


Francisco Javier Ramos Alija, 28 de Septiembre de 2015

lunes, 21 de septiembre de 2015

Al amor, contigo.


El deseo perdido en la noche,
al alba me despierto en la bruma,
tu hálito como un soplo suave y apacible en el aire
me exorciza y embriaga.

Piel hermosa que enseña su dulzor,
un bocado de experiencia turbadora.
Apetito no saciado en la abundancia,
el final provecto de una mesa regalada.

Olor dulce muy cercano,
que evita el roce de mi mano,
un terror mal asumido,
el silencio es mi guarda y mi guarida.

Penumbra de un amanecer incierto,
ese tiemblo impenitente que no para.
Esa luz penetrante se acrecienta,
mi sonrisa se vuelve descarada.

Y salto, y grito, me siento desgarrado,
el silencio me reporta tras la lucha,
la nostalgia de un lustroso pasado.

Ahora me siento pequeño,
sumido en mi ensueño te miro y te veo lejana,
tan lejana que no puedo llegarte,
pues mis manos en un rictus se paran.

Francisco Javier Ramos Alija, 21/9/2015

viernes, 18 de septiembre de 2015

Walt Whitman - Canto a Mí mismo.

BIOGRAFIA:
Walt Whitman (1819-1892) fue un poeta estadounidense cuya obra afirma claramente la importancia y la unicidad de todos los seres humanos. Su valiente ruptura con la poética tradicional, tanto en el plano de los contenidos como en el del estilo, marcó un camino que siguieron posteriores generaciones de poetas de su país. 

Nació el 31 de mayo de 1819 cerca de Huntington (Nueva York). Fue el segundo de nueve hermanos, hijo de un carpintero. El poeta se sintió siempre muy próximo a su madre. Cuando contaba cuatro años de edad, su familia se trasladó a Brooklyn, donde asistió a una escuela pública durante seis años, antes de trabajar como aprendiz en una imprenta. Dos años más tarde, se mudó a la ciudad de Nueva York, donde trabajó como impresor, pero regresó a Long Island en 1835 para dar clases en distintas escuelas del condado. Entre 1838 y 1839 publicó un periódico, el Long-Islander, en Huntington, aburrido por su estilo de vida, volvió a Nueva York y trabajó como periodista. Se convirtió en asistente asiduo de teatros y, lector omnívoro como fue siempre, de librerías. Durante esos años escribió poemas y cuentos muy poco originales para distintas publicaciones, así como discursos políticos, por los cuales los demócratas de Tammany Hall le permitieron dirigir varios periódicos de corta tirada y vida. Fue editor del famoso Brooklyn Eagle durante dos años, pero perdió su puesto por apoyar al partido Free-Soil. Tras un breve periodo en Nueva Orleans, regresó a Brooklyn, donde intentó publicar un periódico en la órbita del Free-Soil. 

Después de pasar varios años desempeñando los más diversos trabajos, incluido el de constructor inmobiliario, empezó a escribir una poesía totalmente distinta de la que se estaba escribiendo, y se dedicó por completo a tal actividad. En 1855, Whitman publicó la primera de las innumerables ediciones de Hojas de hierba, un libro de poemas cuya principal novedad era un tipo de versificación no usado hasta entonces, y que se alejaba radicalmente del que el poeta había utilizado en los poemas sentimentales que escribió en la década anterior. Puesto que en esta obra alababa el cuerpo humano y glorificaba los gozos de los sentidos, se vio obligado a sufragar él mismo los gastos de su publicación, y a colaborar en las tareas de imprenta. Su nombre no aparecía en la portada de esta edición, pero sí un retrato suyo en camiseta, con los brazos en jarras y el sombrero ladeado, en actitud desafiante. En un largo prefacio, el autor saludaba el advenimiento de una nueva literatura democrática -acorde con el pueblo-, sencilla e irreductible, escrita por un nuevo tipo de poeta afectuoso, potente y heroico, que conduciría a los lectores a través de la poesía con la fuerza de su magnética personalidad. Whitman pasó el resto de su vida intentando aproximarse a ese modelo de poeta. La edición de 1855 de Hojas de hierba contenía 12 poemas sin título, escritos en versos largos y cadenciosos que se asemejan a los de la Biblia del rey Jacobo. El más largo y de mayor calidad de ellos, que más tarde recibió el título de -Canto a mí mismo- (este largo poema ha sido publicado muchas veces como libro autónomo y el poeta español León Felipe lo tradujo en 1941), consistía en la visión de un `Yo` simbólico presa de una sensualidad que le hace amar a todas las gentes que se va encontrando en un imaginario vuelo desde el Atlántico hasta el Pacífico. Ninguno de los poemas de esta primera edición alcanza la intensidad de éste, a excepción de -Los dormidos-, otro vuelo visionario en el que queda simbolizada la vida, la muerte y el nuevo nacimiento. 

Animado por una carta personal de felicitación que le envió el ensayista y poeta Ralph Waldo Emerson, Whitman se apresuró a preparar una nueva edición de Hojas de hierba (1856), que contenía numerosas revisiones y añadidos, y que fue la primera de una serie de reediciones retocadas que el poeta iría realizando a lo largo de su vida. El poema más significativo de esta edición de 1856 es -En el transbordador de Brooklyn-, en el cual el autor reúne a todos sus lectores del pasado y el futuro a bordo de un transbordador marítimo. En la tercera edición del libro (1860), se empiezan a encontrar poemas más alegóricos. Así, en -La cuna que se mece sin fin-, un poema cuya musicalidad está tomada de la ópera italiana, de la que el autor era un devoto conocedor, un pájaro (la voz de la naturaleza) revela a un niño (el futuro poeta) el significado de la muerte. En esta edición aparecieron dos nuevos ciclos de poemas, -Hijos de Adán- y -Calamus-, que afrontan de lleno los temas de la amistad y la sexualidad, hasta el punto de que se especula con la posibilidad de que -Calamus- estuviera inspirado en una relación homosexual del autor. Redobles de tambor (1865, añadida a la edición de 1867 de Hojas de hierba) refleja la preocupación del poeta por las consecuencias de la Guerra Civil estadounidense, y su esperanza de una rápida reconciliación entre Norte y Sur de los recién creados Estados Unidos. Secuela (1866) a Redobles de tambor contiene -Cuando las lilas florecían en la puerta del patio-, una gran elegía al asesinado presidente Abraham Lincoln, así como su poema más conocido, -¡Oh, capitán, mi capitán!-. Otra obra suya, Paso hacia la India (1871) se basaba en una visión mística de la unión de Oriente y Occidente, paralela a la del alma con Dios, simbolizadas por los modernos medios de comunicación y transporte. En 1881 quedó, por fin, satisfecho con sus poemas, pero no dejó de publicar nuevas ediciones de Hojas de hierba hasta la versión final de 1892. Póstumamente, en 1897, apareció un nuevo ciclo de poemas, -Ecos de la vejez-, que entró a formar parte de la versión definitiva de Hojas de hierba, editada en 1965 por Harold W. Blodgett y Sculley Bradley y traducida al español por el escritor argentino Jorge Luis Borges, en 1972. 

Durante la guerra de Secesión, Whitman asistió espiritualmente a soldados heridos en un hospital militar del bando norteño en la ciudad de Washington. Continuó trabajando para el gobierno hasta 1873, en que sufrió un grave ataque que le dejó como secuela una parálisis parcial. Se marchó entonces a vivir con su hermano George en Camden (Nueva Jersey), hasta 1884, año en que compró su propia casa. En ella vivió, revisando y añadiendo poemas a Hojas de hierba, hasta su muerte, acaecida el 26 de marzo de 1892. Durante esos sus últimos años, también escribió obras en prosa de gran calidad, como los ensayos Perspectivas democráticas (1871), que se consideran en la actualidad una exposición clásica de la teoría de la democracia y sus posibilidades. Días ejemplares (1882-1883), por otro lado, contiene antiguos textos sobre la guerra de Secesión y el asesinato del presidente Lincoln, y notas sobre la naturaleza, escritas durante su vejez.

RESEÑA:
En Canto a Mí Mismo, un hombre pone su destino en la mesa y nos dice: “Yo soy el que riega las raíces de todo lo que crece, y la prueba de quién soy la llevo yo en mi rostro, lo que diga sobre mí, debes tú señalarlo como tuyo, porque sólo lo que nadie puede negar existe”. Ese hombre, Walt Whitman (1819-1892), y su destino, llegan a confundirse tanto que éste siempre es aquél, y ambos somos nosotros mismos, porque, a la larga, lo que constituye este poemario es una declaración de todo lo que vive. 

Parte fundamental de sus Hojas de Hierba (1855), el Canto a Mí Mismo tiene, sin embargo, una vitalidad propia, un sello distintivo. En él está latente el Whitman más profético y visionario, cada uno de sus cincuenta y dos poemas están atravesados por el ímpetu de la revelación, no en vano en uno de ellos el poeta nos señala: “acostúmbrate ya al resplandor de la luz”, acostúmbrate y vive todas estas cosas que son nuevas –el aire, la mañana, la mujer y el niño-, porque aun cuando han estado aquí desde hace tanto tiempo, apenas si hemos empezado a descubrirlas.



1
Me celebro y me canto a mí mismo.
Y lo que yo diga ahora de mí, lo digo de ti,
porque lo que yo tengo lo tienes tú
y cada átomo de mi cuerpo es tuyo también.
Vago… e invito a vagar a mi alma.
Vago y me tumbo a mi antojo sobre la tierra
par ver cómo crece la hierba del estío.
Mi lengua y cada molécula de mi sangre nacieron aquí,
de esta tierra y de estos vientos.
Me engendraron padres que nacieron aquí,
de padres que engendraron otros padres que nacieron aquí,
de padres hijos de esta tierra y de estos vientos también.
Tengo treinta y siete años. Mi salud es perfecta.
Y con mi aliento puro
comienzo a cantar hoy
y no terminaré mi canto hasta que me muera.
Que se callen ahora las escuelas y los credos.
Atrás. A su sitio.
Se cuál es mi misión y no lo olvidaré;
que nadie lo olvide.
Pero ahora yo ofrezco mi pecho lo mismo al bien que al mal,
dejo hablar a todos sin restricción,

y abro de par en par las puertas a la energía original de la naturaleza desenfrenada.

jueves, 17 de septiembre de 2015

Lisario o el placer infinito de las mujeres

RESEÑA:
Nápoles, siglo XVII. Lisario Morales es una joven súbdita de noble cuna del Virreinato español que lee a escondidas a Cervantes y escribe cartas a la Virgen para aliviar su soledad. Cuando, siendo aún casi una niña, sus padres deciden casarla con un anciano, finge dormirse y no despertar. Tras meses de oraciones, la familia Morales busca la ayuda del médico catalán Avicente Iguelmano, quien gracias a una terapia tan ilícita como secreta, cura a Lisario. En agradecimiento, los padres se la entregan como esposa, pero una vez despertado el deseo de Lisario posee una incontrolable energía liberadora, y el amor del joven médico deriva en una perturbadora obsesión por el misterio del voluptuoso placer femenino. 
Una gran novela histórica y erótica, finalista del prestigioso Premio Strega.


BIOGRAFIA:
ANTONELLA CILENTO (Nápoles, 1970) es escritora y profesora de escritura creativa desde hace más de veinte años. En 1993 fundó en Nápoles el Laboratorio de Escritura Creativa Lalineascritta y sigue impartiendo clases por todo el territorio italiano. Colabora habitualmente con el periódico Il Mattino de Nápoles y es también guionista de relatos radiofónicos y de obras teatrales. Ha publicado Il cielo capovolto (2000), Una lunga notte (2002), Non è il paradiso (2003), Neronapoletano (2004), L’amore, quello vero (2005), Napoli sul mare luccica (2006), Nessun sogno finisce (2007), Isole senza mare (2009), Asino chi legge (2010) y La paura della lince (2012). Sus obras se han traducido al alemán y al ruso. Lisario o el placer infinito de las mujeres, finalista del Premio Strega 2014, es su primera novela traducida al castellano.


«...Lisario se apartó un mechón de pelo de la cara, le obsequió con una gran sonrisa y de repente no parecía ya ni demasiado joven ni loca. Se irguió sobre sus rodillas, puso los labios sobre los de Avicente, que se preparó para responder con un beso casto y tembloroso, y deslizó su lengua dentro de la boca de él, a quien poco le faltó para ahogarse a causa de la sorpresa, como casi le había ocurrido con la hostia. Entonces ella se apartó de él y volvió a sonreír...»

miércoles, 16 de septiembre de 2015

El último amor de Safo. Sonetos

graficografico
RESEÑA:
Mercedes Matamoros, publica en 1902 la serie de sonetos “El último amor de Safo”. Con Matamoros, la herencia romántica queda definitivamente recogida y superada, y se anticipan elementos de un erotismo “fin de siglo” en un lenguaje modernista feminizado. En La Habana de 1900, Mercedes      Matamoros se tradujo a sí misma con    orgullosa intensidad bajo la tutela      de Safo.


BIOGRAFIA:
Mercedes Matamoros (Cienfuegos, 1851-Guanabacoa, 1906) Huérfana de madre desde los tres años, su padre fue su primer mentor, con él aprendió inglés y francés e inició sus lecturas literarias. En La Habana estudió en el colegio “El Sagrado Corazón”, del Cerro. 
En 1867 dio a conocer sus primeros artículos de costumbres en los periódicos El Siglo y El Occidente. Más tarde colaboró en «La Opinión» (1868). De 1878 a 1880 colaboró en El Triunfo. Publicó en El Almendares y además en la Revista de Cuba de 1880 a 1883. 
A partir de 1884 graves problemas familiares la aíslan de las letras, se dedica al magisterio particular y labora en el colegio María Luisa Dolz. 
En 1892 Antonio del Monte impulsa la edición de sus obras completas. Vuelve a las letras y publica en la «Ilustración de Cuba», La Golondrina (Guanabacoa), El País, La Habana Elegante, La Habana Literaria y El Fígaro. 
Sus poemas Mirtos de antaño, que aparecieron en el Diario de la Marina (1903-1904) y en El Fígaro (1922), datan de 1888 y 1889. El Fígaro publicó además algunas poesías de su libro inédito Armonías cubanas, de 1897. 
Trelles, en su Bibliografía cubana del siglo XIX, cita la pieza en un acto El invierno en flor, mencionada por Merchán, la cual no ha podido ser localizada. Su soneto “La muerte del esclavo”, escrito en 1879 para un certamen de poesía fue traducido al sueco. 
Tradujo a Byron, Longfellow, Chaucer, Tennyson y Thomas Moore, del inglés, del francés, a André Chenier y a Vigny, y del alemán a Goethe y a Schiller.



El pañuelo

Ayer, en la cajita misteriosa
que encierra tus recuerdos adorados,
entre ramos de mirto, deshojados,
otra prenda encontré, la más preciosa.

Tu pañuelo, con mano temblorosa
desdoblé, y en los pliegues perfumados
con aromas ya casi evaporados,
desolada oculté la faz llorosa.

¡Cuántas veces con él acariciaste
mi frente!, si dormida entre tus brazos,
no despertaba a tus alegres risas.

¡Oh, viento que mi dicha arrebataste!
Como hizo el cruel mi corazón pedazos,

¡llévaselo en tus alas hecho trizas!

martes, 15 de septiembre de 2015

Tu mirada en la mía


Tu mirada en mis ojos ruboriza mi cara,
sensación que estimula,
que en si misma, embriaga.

La tensión contenida se dispara al instante,
fluye y escapa buscando cobijo,
encuentra un resquicio de paz y sosiego.

A mis años me siento perdido,
mi piel se estimula cual adolescente sombrío.

Sin embargo me miras y ahora te miro,
te busco en los ojos y te veo en los míos.

Tu sonrisa me agrada,
despierta mi sino.

Te miro de nuevo y te siento tranquila,
te veo cual lucero del bar en su barra,
tu acompañante perdido...

Y yo en tu mirada
y tu mirada en la mía.

Tu sonrisa que crece,
que busca la mía.

Nuestra compañía perdida,
mi mirada en la tuya,
la tuya en la mía...

Encamino mis pasos al baño del fondo,
te sigo mirando cual bobo perdido.

Me sigues al poco,
te siento a mi espalda.

Me vuelvo despacio,
tu mirada en la mía.

Abro la puerta, el paso lo cedo,
me miras sonriendo,
sonriendo te miro.

Entramos al baño, te meso los pelos
me mesas los míos.

Tu boca me embriaga,
me embriago contigo.

Ni una palabra, tan solo el jadeo.
Nos miramos a oscuras,
nos sentimos, nos vemos.

Me dices adiós,
me siento perdido...

Salgo deprisa,
te veo en la barra,
acodado a tu lado, tu acompañante te mira.

Y yo como un tonto paso silbando,
mirando de reojo tu sonrisa encendida.

Retorno a mi puesto,
te miro y me miras.

Me incitan a irme,
me voy compungido...

Mi mirada en la tuya,
tu sonrisa en la mía.


Francisco Javier Ramos Alija 15/9/15


lunes, 14 de septiembre de 2015

Amargura



En la sombra una esperanza,
en mi duda el desconcierto,
en su mirada el deseo.

Esa tenue luz que crece,
que trémula te incita a sumarte en el desquicio

Y yo dudo y me sereno,
gris en la penumbra del tenue sueño.

La semblanza del infierno
perpetúa la odisea...¡un anhelo!

Susurro perdido e inconexo
que a la aurora trae el viento.

Un sinfín desemejante,

una luz sin provecho.

Francisco Javier Ramos Alija 14/9/15