Foncebadón

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lunes, 16 de julio de 2018

El asco en la persona


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La imposible apariencia del ser omnímodo,
el caldo que impregna el fulgor de su rostro,
un mensaje que otrora fuera astuto y grosero,
torna en mal consejero de duda y rencor.

La mirada clavada en el encuentro del cieno,
el resurgir de un modo trivial y obsceno,
encuentran en mi la ternura del viejo.

Desprovisto de señas y ropajes,
desnudo en un mundo de atavíos,
se descubre en su silencio atolondrado
como el aullido de un pájaro en el silencio del bosque.

Aparece la causa que no es otra que la infamia,
la terrible pasión del dinero por la plata,
la sensación de que todo se reduce a nada.

Ya está dormido y perdido en su ignorancia,
la sublime puerta que angosta la mirada,
esa flor que aun marchita te embelesa,
la fuente de la vida es el postre más amargo.

Reconoces en su cara la misión de sus genes,
esa turbidez inmunda que mana de su boca.
La ves, la sientes y la huyes, a la vez que te derramas.

El son del trajín de la fuente en el agua,
te dice que las formas no son así para nada.
Que el espacio y las maneras no devienen en fracaso,
que las luces matutinas surgen de la nada.

Lo creo y me atormento con el trajín de los días,
una noche, una mañana, tal vez una singular tarde,
la veré a mi puerta solícita y mendiga.


Francisco Javier Ramos Alija
16 de Julio de 2018


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