Foncebadón

Foncebadón

lunes, 16 de julio de 2018

El asco en la persona


Resultado de imagen de el asco en la persona

La imposible apariencia del ser omnímodo,
el caldo que impregna el fulgor de su rostro,
un mensaje que otrora fuera astuto y grosero,
torna en mal consejero de duda y rencor.

La mirada clavada en el encuentro del cieno,
el resurgir de un modo trivial y obsceno,
encuentran en mi la ternura del viejo.

Desprovisto de señas y ropajes,
desnudo en un mundo de atavíos,
se descubre en su silencio atolondrado
como el aullido de un pájaro en el silencio del bosque.

Aparece la causa que no es otra que la infamia,
la terrible pasión del dinero por la plata,
la sensación de que todo se reduce a nada.

Ya está dormido y perdido en su ignorancia,
la sublime puerta que angosta la mirada,
esa flor que aun marchita te embelesa,
la fuente de la vida es el postre más amargo.

Reconoces en su cara la misión de sus genes,
esa turbidez inmunda que mana de su boca.
La ves, la sientes y la huyes, a la vez que te derramas.

El son del trajín de la fuente en el agua,
te dice que las formas no son así para nada.
Que el espacio y las maneras no devienen en fracaso,
que las luces matutinas surgen de la nada.

Lo creo y me atormento con el trajín de los días,
una noche, una mañana, tal vez una singular tarde,
la veré a mi puerta solícita y mendiga.


Francisco Javier Ramos Alija
16 de Julio de 2018


viernes, 13 de julio de 2018

Guerra al filantrocapitalismo

Resultado de imagen de el oprobio del hambre



El País - Ana Carbajosa - 21 de marzo de 2016

David Rieff pasa revista crítica a los organismos internacionales, fundaciones y ONG que aspiran a acabar con el hambre en el mundo en un ensayo de argumentos fascinantes. 


Si es de los que creen que el progreso tecnológico y la filantropía van camino de acabar con el hambre en el mundo, David Rieff tiene malas noticias para usted. Su nuevo ensayo, El oprobio del hambre, es un repaso crítico y minucioso a los organismos internacionales, fundaciones y ONG que aspiran a acabar con el hambre en el mundo y que, pese a sus buenas intenciones, logran, a juicio del autor, resultados decepcionantes.
Rieff reconoce que se han producido ciertos avances en la erradicación del hambre en la última década, pero también advierte de que la población no deja de crecer, de que el planeta se calienta a marchas forzadas provocando sequías y arrasando cosechas y de que la desigualdad avanza sin freno. ¿Cómo vamos a alimentar a los 9.000 millones de personas que habitarán el planeta a mediados de siglo?, se pregunta con angustia neomalthusiana.
Seis años ha dedicado el autor de A punta de pistola o Contra la memoria a escribir esta valiente e inteligente disección de las políticas de desarrollo, en la que dispara sin miramientos y con la que probablemente no hará muchos amigos en el mundillo humanitario. El blanco de sus demoledoras críticas son inversores que especulan con materias primas, el Banco Mundial, las ONG, la ayuda oficial al desarrollo de los países ricos y, sobre todo, los filantrocapitalistas. De ellos dice que “juegan a ser dios” y que no rinden cuentas más que a sí mismos. De Bill Gates llega incluso a escribir que es tan totalitario como Fidel Castro.
A “las élites del desarrollo” les acusa sobre todo de predicar un optimismo casi mesiánico, de no decir la verdad a sabiendas cuando anuncian con estruendo que asistimos al principio del fin del hambre en el mundo. De ellos dice también que se mueven en un magma en el que los intereses comerciales y los fines altruistas no acaban de estar bien delimitados. “¿Es una exageración aseverar que a principios del siglo XXI a veces puede parecer que cuatro categorías de personas (…) tienen derecho a comportarse como les plazca: los niños, los psicópatas, las víctimas y los filántropos?”, escribe.
El problema de fondo es lo que Rieff llama la “antipolítica tecnocrática”, que asegura que inspira los programas de ayuda al desarrollo. Es decir, la creencia de que una buena dosis de innovación promovida por el sector privado lo arreglará todo. Para demostrar que se trata de una creencia errónea, Rieff cita como ejemplo la revolución verde y la eclosión transgénica que se suponía que iban a llenar los estómagos de los hambrientos y no lo hicieron. Rieff parece alinearse más bien con los activistas que defienden que las hambrunas son sobre todo un problema de acceso y no tanto de producción, y rescata en el libro una poderosa cita de Mahatma Gandhi: “En la tierra hay suficiente para satisfacer las necesidades de todos, pero no para satisfacer su codicia”.
El tema y los argumentos de Rieff son fascinantes, el problema es que el autor dedica demasiadas páginas a explicar qué se está haciendo mal y tal vez demasiado pocas en exponer cómo se podría hacer mejor. Solo al final del libro, Rieff apunta a recetas como el fortalecimiento del Estado y la democracia en un mundo en el que “nuestra política se ha corrompido con el dinero y la publicidad”. Puede que sea esa la vía adecuada, pero resulta una respuesta excesivamente vaga y escasa tras más de 400 páginas dedicadas a desmontar los logros de las organizaciones humanitarias.
El oprobio del hambre. Alimentos, justicia y dinero en el siglo XXI. David Rieff. Traducción de Aurelio Major y Lucas Aznar. Taurus. Madrid, 2016. 430 páginas. 23,90 euros

Engañado


Resultado de imagen de engañado

El estío de la noche llamó a su puerta,
el manjar, otrora apetecible, tornó en miseria.
La fatiga de los años prendo en su estampa,
el fulgor de los oprobios nació en su boca.

Deslustrado, desabrido, calumniado…
deshojó la maltrecha margarita.
Rezó en silencio, recordando su infancia,
chillo con desconcierto, maldiciendo su estampa.

Y voló cual golondrina con una ala rota,
desarrapado, ultrajado y macilento no miró atrás.
El sendero estrecho del vericueto montañoso
lo llevó a las alturas imposibles de un infierno.

Y lloró cual torrentera en un invierno despechado,
soñó con muertes y matanzas a sabiendas de su suerte.
Y murió en aquel instante en que el rayo lo venció.
El cadáver aún reposa al son del silencio de aquel monte.


Francisco Javier Ramos Alija
13/7/18


jueves, 12 de julio de 2018

La inmundicia humana


Resultado de imagen de inmundicia humana

El obstáculo de la duda es su principal rival,
la liviana serenidad de un rostro infeliz
derrama a sus pies la nostalgia del eterno sendero.

Una esquirla de simientes imposibles,
la terrible amargura del incesto en la noche…
Un grito ahogado que se derrumba y silencia…

La perdida mirada en un infinito sesgado,
la cruel amargura de la inmundicia humana,
esa lentitud que no puede paladearse sin nausea.

Y todo por un trozo de carne,
por un instante de fulgor sin brillo…
La asquerosa naturaleza humana al borde del precipicio.

Escasa vida posible,
liviana y perfecta quietud,
un escondite en un sueño.
La mirada perdida,
la memoria imborrable,
el sentido imperfecto,
la opacidad del silencio.

Ruina e imperfección,
podredumbre y miseria…

¿Y ahora quien es el obstáculo?
El inmundo engendro que entre todos creamos…


Francisco Javier Ramos Alija
11/07/2018