En la
noche la mañana se ve lejos y se acerca.
La certeza
que se siente es un rito conocido.
Apelando a
la nostalgia los recuerdos se amontonan.
Melancólico
revivo los parabienes y goces que ya no están.
Escucho el
silencio adormecido sobre mi cama.
No espero
nada y sin embargo aún toco el fuego que ella exhala.
La
esperanza no se pierde, ¡pobre ignorante!
Persisto
en la osadía que reclama un codazo virulento.
Recompongo
mi lado y pienso en mí y no me entiendo.
¿Qué
puedo hacer? ¿A dónde voy? ¿Qué reclamo?
Las
preguntas se amontonan y sus respuestas esperan.
Ni tan
siquiera estoy triste, tampoco expectante,
es un
estado de insana frialdad que me hace estar quieto.
¿Ser
feliz es un instante o tan sólo un deseo?
No soy
capaz de encontrar argumentos que apuntalen el cuento.
Porque sí,
esto es un cuento, con argumento, desarrollo y fin.
Persiste
el deseo de tener y ser, de tocar y sentir, de amar y recibir…
Estoy
perdido, no tengo, no siento, no recibo.
Y a pesar
de ello persisto…¡pobre ignorante!
Trémulo,
avanzo despacio por ese camino que creía común.
La maleza
se extiende a los lados.
Escucho a
mi espalda el batir de una macheta.
Continúo
caminando solitario pensando que me siguen.
¡Estúpido!
¿Acaso no escuchas las voces más allá de este camino?
No miro
atrás, prefiero estar ciego.
Javier
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