Aquel día por la noche nos dedicamos a observar las estrellas, el
cielo límpido de nubes y contaminación nos permitía ver, desde la
era, un firmamento pleno de actividad. Unos astros titilaban lejanos,
otros nos parecían mucho más cercanos con su radiante luz. Allí
tumbados nos sentíamos como la nada, un pequeño punto en el inmenso
universo. Toqué la mano de ella, que cálida, sujetó la mía esa
noche de San Lorenzo del año 2000. Sintiéndonos juntos y mirando
hacia Regulus en el signo de Leo, vimos como de repente el cielo se
cubrió de rastros de astros que cruzaban en una y otra dirección.
Sobrecogidos, apretamos inconscientemente nuestras manos. No puedo
precisar en la distancia del tiempo el rato transcurrido, pero si
puedo decir que me levanté entumecido y dolorido, aún no llegábamos
a la cuarentena y achacamos los males de nuestros huesos a la humedad
del terreno.
De la mano iniciamos el paseo de regreso a casa, nos sentíamos
dichosos de nuestra fortuna: nuestros dos hijos, nuestro trabajo,
nuestra pequeña casa en el pueblo...¡No podíamos pedir más! El
resto de la noche dí muchas vueltas en la cama, creo que no concilié
bien el sueño, me iban y venían ráfagas de estrellas y meteoros
alrededor de Regulus en el signo de Leo.
Ahora desde la distancia creo que comprendo lo sucedido, pero en
aquel momento ni tan siquiera me planteaba que pudiera tener algún
significado. ¿Cómo es posible que las estrellas pudieran predecir
una historia? Yo, que era el más incrédulo de los hombres, que me
alejaba y aún me alejo de la superstición y la superchería, que
estaba formado en las mayores evidencias que la ciencia al uso
pudiera poner ante mí...No, aún me niego a creerlo. El azar a veces
traza círculos ante los hombres que sin poder entenderlo te aproxima
a situaciones que de forma incomprensible te atrapan y parece, desde
la distancia, que estuvieran dirigidas...¡Cómo si un simple mortal
fuera algo importante!
No estoy ahora en disposición de hacer un ensayo sobre tal o cual
paradigma, tan sólo me he propuesto contar una historia, una
historia tan verdadera como falsa, pues a veces uno no sabe
distinguir en el pasado lo que fue y no fue verdad, porque es muy
fácil decirte que no fue de tal modo, simplemente porque no teníamos
el mismo punto de observación de la realidad. Yo lo contaré tal y
como lo siento...Los demás que me llamen mentiroso si quieren, pero
esta es mi verdad.
Pasó el verano de 2000 con nuestras inquietudes volcadas en nuestros
hijos, uno, adolescente con ganas de volar, el otro un niño aún por
forjar. Nosotros con nuestros temores aún a flor de piel, mirábamos
al futuro con la ingenuidad del que se siente dichoso y que se dice a
menudo que nuestra suerte es infinita, que estando juntos ¿qué más
nos podría suceder?
En Diciembre supimos del embarazo, la primera falta era el preludio
de un nuevo ser. Recuerdo que besé y abracé a Cristina con todas
mis ganas. Ese día no hubo palabras. Dejamos correr unos días antes
de abordar el tema, fue en otro paseo, esta vez en la ciudad. Cogidos
de la mano caminábamos a la vera del río. El silencio de mi parte
decía mucho y Cristina no pudo contenerse, me miró a los ojos
mientras nos parábamos y me dijo: «¿Qué piensas?»
—No te entiendo...¿a qué te refieres?
—Y a qué va a ser...
Dos adultos, con cierta cultura y sin embargo incapaces de abordar
nuestros sentimientos...Si ahora quisiera describir la situación con
auténtica objetividad diría que sería casi imposible. La abracé
con todas mis ganas y le dije: «Estoy contigo para cuanto tu
quieras, ya sabes que yo siempre he querido tener cinco hijos».
—Javi, por favor habla en serio...
—Más en serio no puedo hablar.
—Pues yo creo que tres puede ser más que suficiente, ya serán
muchos...