Foncebadón

Foncebadón

lunes, 24 de agosto de 2015

A ciegas


Una noche en la distancia,
un pensamiento inconexo,
una flor, un sentimiento,
un beso, el deseo...la luz.

Desnudo en la noche
la luna se eleva,
me mira y sonríe,
apenas alumbra.

Descubro en mi rostro
la brisa y su aliento.
Los poros abiertos,
la piel de gallina.

Desvío la mirada
y oculta en las sombras
te intuyo.

Te veo desnuda,
desnudo me miro.
Me toco, me siento.
Palpita mi cuerpo.
¡Refugio, refugio!

Tus brazos abiertos,
las manos me miran.
Mis pies en la tierra,
te escucho y me siento.

Te intuyo cercana,
tu aliento en mi nuca,
mi piel que se tensa,
tu mano en la mía...
El río que fluye,
tu boca que clama...

El cielo me observa,
una estrella titila,
la luna sonríe,
me toco, me siento...

La noche me colma,
me alivia el silencio.



Francisco Javier Ramos Alija

martes, 18 de agosto de 2015

Epílogo a la muerte de mi padre

Cada minuto un silencio,
cada espera una mañana,
en mi pecho la esperanza
y en tu mirada el fin.

Esperando lo esperado,
cual espera interminable,
retorna lo finito a lo infinito
en un suspiro, sin lamento.

Te miro y te comprendo,
y a pesar de tu silencio
y la espera interminable,
te miro y me duele,
te miro y lloro.

Te miro y te comprendo,
mirando muy adentro.

Espero en mi inocencia,
que nuestras luces se confundan,
se engarcen y se sientan,
juntas cual si uno.

Te miro y te comprendo.
Lloro y lo lamento.

Me siento triste y confundido,
mirando en tu mirada
perdido esta mañana.
Tu silencio es mi silencio,
participo de tu calma,
de tu amor y tus deseos,
que son míos y me labran.

Me miro por la noche,
me miro en la mañana,
y hasta en la tarde al mirarme,
me veo contigo, en mí, con nosotros.

Y nosotros somos uno,
y no importan las miradas,
pues me mire quien me mire
si no ve es cosa suya.

Que en mi estamos uno,
y ese uno somos todos.






Francisco Javier Ramos Alija, 1 de Noviembre de 2005

lunes, 10 de agosto de 2015

Novus Mundi, San Agustín de la Florida

Para aquellos deseosos de ver como comienza la segunda parte de "Trémula Vida", en correspondencia a su necesidad...

1. San Agustín, 1585

Felicísimo estaba esa mañana algo perplejo, ya llevaban en el Nuevo Mundo más de doce años, le pareció que aún fuera ayer. Se habían hecho tanto y tan bien al nuevo lugar que les parecía que ésta había sido siempre su casa. En aquel reducto de paz disfrutaba como nunca y ahora se decía a sí mismo que si existía la felicidad, no podía ser algo diferente a lo que él sentía en ese momento. La misión de Nombre de Dios ya era algo tangible, los espacios se habían llenado, pero lo hacían de tal forma que no alteraban la normalidad del entorno. La pequeña capilla que en principio se había ideado alrededor de la advocación a la Virgen de la Leche, que su mecenas recordaba como propia de Madrid, a él lo llenaba más a sabiendas que la verdadera imagen estaba en Astorga y a buen recaudo. La iglesia no era ostentosa, pero se hacía especialmente grata a sus ojos, la luz penetraba a raudales por las vitrinas que en su añoranza había querido que imitaran a las propias de la catedral de Astorga. Vagaba su pensamiento entre su pasado, su presente y su futuro que ahora comprendía incierto como el de cualquier mortal, sin embargo, estaba seguro que sus oportunidades de crecer hacia adentro se habían incrementado a años luz. Ya había superado unas cuantas crisis desde que el Nuevo Mundo lo acogiera como su nueva casa: crisis de valores, crisis relacionales, hasta incluso crisis de identidad… Tenía dominada la angustia no sólo como la mera inquietud y zozobra del espíritu, sino aquella más enraizada en el abismo o la profundidad, como si fuera una de las raíces de su existencia que lo impulsaran a intentar hallarse en la esperanza, en un estado de pura expectación que lo moviera hacia una plenitud nueva que pudiera colmar el supuesto vacío o crisis de la vida. Miraba hacia el techo disfrutando de su espacio aún blanco, y que en su ilusión se llenaría de loas a los cielos cuando los posibles facilitaran a un buen pintor encaramarse a unos andamios que le permitieran dar colorido a aquel espacio, cuando la puerta se abrió con el impulso de una firme mano. La silueta de aquella figura a contraluz hizo que Felicísimo la reconociera al instante. Bajó del altar de inmediato, recorrieron ambos la nave central al encuentro que se produjo a mitad de camino: «¡Qué alegría poder abrazaros de nuevo!».
—No imagináis cuanto os tenemos en falta…
—Es caro para hacerse notar…
—Créame, Felicísimo, que si por mí fuera hubiera renunciado a todos los cargos con tal de dedicarme a lo único que me gusta: el viaje y el conocimiento… Cómo bien sabe fui oidor de la Real Audiencia de Guatemala, y desde hace ya más de cinco años lo soy de la de Nueva España… No crea que dichos cargos me encandilan, pienso en mis galeones y en las rutas maravillosas que los marinos pudieran estar haciendo…
—¿Qué le parece? —señaló Felicísimo el entorno.
—Nos tenéis anonadados… ¡Hermoso, muy hermoso!
—Gracias… Hubiera deseado que don Pedro disfrutara con sus propios ojos de la que será su creación…
—Seguro que sí, pero, no lo dudes, la creación es tuya…

viernes, 7 de agosto de 2015

En este momento



En la noche la mañana se ve lejos y se acerca.
La certeza que se siente es un rito conocido.
Apelando a la nostalgia los recuerdos se amontonan.
Melancólico revivo los parabienes y goces que ya no están.

Escucho el silencio adormecido sobre mi cama.
No espero nada y sin embargo aún toco el fuego que ella exhala.
La esperanza no se pierde, ¡pobre ignorante!
Persisto en la osadía que reclama un codazo virulento.

Recompongo mi lado y pienso en mí y no me entiendo.
¿Qué puedo hacer? ¿A dónde voy? ¿Qué reclamo?
Las preguntas se amontonan y sus respuestas esperan.
Ni tan siquiera estoy triste, tampoco expectante,
es un estado de insana frialdad que me hace estar quieto.

¿Ser feliz es un instante o tan sólo un deseo?
No soy capaz de encontrar argumentos que apuntalen el cuento.
Porque sí, esto es un cuento, con argumento, desarrollo y fin.
Persiste el deseo de tener y ser, de tocar y sentir, de amar y recibir…
Estoy perdido, no tengo, no siento, no recibo.
Y a pesar de ello persisto…¡pobre ignorante!

Trémulo, avanzo despacio por ese camino que creía común.
La maleza se extiende a los lados.
Escucho a mi espalda el batir de una macheta.
Continúo caminando solitario pensando que me siguen.
¡Estúpido! ¿Acaso no escuchas las voces más allá de este camino?
No miro atrás, prefiero estar ciego.



Javier  

lunes, 3 de agosto de 2015

Primera página de mi nuevo libro no nato... Un homenaje y mucho silencio

 Aquel día por la noche nos dedicamos a observar las estrellas, el cielo límpido de nubes y contaminación nos permitía ver, desde la era, un firmamento pleno de actividad. Unos astros titilaban lejanos, otros nos parecían mucho más cercanos con su radiante luz. Allí tumbados nos sentíamos como la nada, un pequeño punto en el inmenso universo. Toqué la mano de ella, que cálida, sujetó la mía esa noche de San Lorenzo del año 2000. Sintiéndonos juntos y mirando hacia Regulus en el signo de Leo, vimos como de repente el cielo se cubrió de rastros de astros que cruzaban en una y otra dirección. Sobrecogidos, apretamos inconscientemente nuestras manos. No puedo precisar en la distancia del tiempo el rato transcurrido, pero si puedo decir que me levanté entumecido y dolorido, aún no llegábamos a la cuarentena y achacamos los males de nuestros huesos a la humedad del terreno.
De la mano iniciamos el paseo de regreso a casa, nos sentíamos dichosos de nuestra fortuna: nuestros dos hijos, nuestro trabajo, nuestra pequeña casa en el pueblo...¡No podíamos pedir más! El resto de la noche dí muchas vueltas en la cama, creo que no concilié bien el sueño, me iban y venían ráfagas de estrellas y meteoros alrededor de Regulus en el signo de Leo.
Ahora desde la distancia creo que comprendo lo sucedido, pero en aquel momento ni tan siquiera me planteaba que pudiera tener algún significado. ¿Cómo es posible que las estrellas pudieran predecir una historia? Yo, que era el más incrédulo de los hombres, que me alejaba y aún me alejo de la superstición y la superchería, que estaba formado en las mayores evidencias que la ciencia al uso pudiera poner ante mí...No, aún me niego a creerlo. El azar a veces traza círculos ante los hombres que sin poder entenderlo te aproxima a situaciones que de forma incomprensible te atrapan y parece, desde la distancia, que estuvieran dirigidas...¡Cómo si un simple mortal fuera algo importante!
No estoy ahora en disposición de hacer un ensayo sobre tal o cual paradigma, tan sólo me he propuesto contar una historia, una historia tan verdadera como falsa, pues a veces uno no sabe distinguir en el pasado lo que fue y no fue verdad, porque es muy fácil decirte que no fue de tal modo, simplemente porque no teníamos el mismo punto de observación de la realidad. Yo lo contaré tal y como lo siento...Los demás que me llamen mentiroso si quieren, pero esta es mi verdad.
Pasó el verano de 2000 con nuestras inquietudes volcadas en nuestros hijos, uno, adolescente con ganas de volar, el otro un niño aún por forjar. Nosotros con nuestros temores aún a flor de piel, mirábamos al futuro con la ingenuidad del que se siente dichoso y que se dice a menudo que nuestra suerte es infinita, que estando juntos ¿qué más nos podría suceder?
En Diciembre supimos del embarazo, la primera falta era el preludio de un nuevo ser. Recuerdo que besé y abracé a Cristina con todas mis ganas. Ese día no hubo palabras. Dejamos correr unos días antes de abordar el tema, fue en otro paseo, esta vez en la ciudad. Cogidos de la mano caminábamos a la vera del río. El silencio de mi parte decía mucho y Cristina no pudo contenerse, me miró a los ojos mientras nos parábamos y me dijo: «¿Qué piensas?»
—No te entiendo...¿a qué te refieres?
—Y a qué va a ser...
Dos adultos, con cierta cultura y sin embargo incapaces de abordar nuestros sentimientos...Si ahora quisiera describir la situación con auténtica objetividad diría que sería casi imposible. La abracé con todas mis ganas y le dije: «Estoy contigo para cuanto tu quieras, ya sabes que yo siempre he querido tener cinco hijos».
—Javi, por favor habla en serio...
—Más en serio no puedo hablar.

—Pues yo creo que tres puede ser más que suficiente, ya serán muchos...