Foncebadón

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jueves, 21 de junio de 2018

Un sino despiadado


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Si la sombra del ciprés se perfila en el camino,
la aurora refleja su presencia en la umbría opaca.
Si el tránsito sucede en la espera dolorosa,
la vida nace en la expectativa del futuro sueño.

El amargo sabor a hiel impregna la lengua del intruso,
la dulce sensación de vida que se cuela en la morada.
Un espacio sin esquinas que refulge límpido y sin tacha,
el lugar de la mentira, ese intruso y comedido cuento.

Paladín de cien batallas sin honor ni estima,
cordero de un rebaño sin pastor a su albedrío…,
ese impávido silencio que transgrede en la distancia…

La mortecina luz del quinqué en la madrasa…,
los alumnos que repiten y repiten frases trasnochadas,
el amor de los mortales perdido en el fragor de la batalla…

Amostró sus dudas a la mente de un mentor equivocado,
parcela de incandescencia inusitada que vincula a los unos con los otros,
esa pobrísima ruina que semeja la pobreza más sublime.

Aparece de nuevo la noche en su inclemencia…
vestida de sueños inauditos que te hacen mirar al infinito,
un aluvión de conceptos que regresan al uno perdido,
el amor imposible de un viento que se cuela sin pregunta.

Curiosa sensación que me amenaza,
la perfidia de un fulgor desorbitado,
el encuentro de la una con el otro,
la simiente de un placer sin alabanza.


Francisco Javier Ramos Alija
21 de octubre de 2018

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