Si la
sombra del ciprés se perfila en el camino,
la
aurora refleja su presencia en la umbría opaca.
Si el
tránsito sucede en la espera dolorosa,
la
vida nace en la expectativa del futuro sueño.
El
amargo sabor a hiel impregna la lengua del intruso,
la
dulce sensación de vida que se cuela en la morada.
Un
espacio sin esquinas que refulge límpido y sin tacha,
el
lugar de la mentira, ese intruso y comedido cuento.
Paladín
de cien batallas sin honor ni estima,
cordero
de un rebaño sin pastor a su albedrío…,
ese
impávido silencio que transgrede en la distancia…
La
mortecina luz del quinqué en la madrasa…,
los
alumnos que repiten y repiten frases trasnochadas,
el
amor de los mortales perdido en el fragor de la batalla…
Amostró
sus dudas a la mente de un mentor equivocado,
parcela
de incandescencia inusitada que vincula a los unos con los otros,
esa
pobrísima ruina que semeja la pobreza más sublime.
Aparece
de nuevo la noche en su inclemencia…
vestida
de sueños inauditos que te hacen mirar al infinito,
un
aluvión de conceptos que regresan al uno perdido,
el
amor imposible de un viento que se cuela sin pregunta.
Curiosa
sensación que me amenaza,
la
perfidia de un fulgor desorbitado,
el
encuentro de la una con el otro,
la
simiente de un placer sin alabanza.
Francisco
Javier Ramos Alija
21
de octubre de 2018