Foncebadón

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jueves, 16 de abril de 2015

III Premio de Novela Histórica

Francisco Javier Ramos, autor de Trémula vida, III Premio de Novela Histórica de la Fundación Villalar: “Soy un recopilador de palabras. No quiero que se pierdan. Hay que defender lo nuestro y protegerlo”

No es un escritor enfangado en las letras cada día. Su rincón profesional lo ocupa la pediatría, que ejerce en A Rúa, pero…en casa le espera la pluma reposada. A ella le sigue el ritmo, lento y cuidado, sabiendo lo que es y lo que no es. No es escritor, dice, pero sí cuentacuentos y recopilador de la jerga familiar que conoció en su casa de Astorga y en su adoptivo Bierzo. Desde esa perspectiva se convierte en protagonista de una historia heredada a la que le ha dado forma de viaje. Ramos nos lleva del viejo al nuevo mundo, agarrado a un capítulo histórico del siglo XVI, que, paralelamente, representa un giro de cambio personal…Una novela, la primera de este escritor –que escapa de ese calificativo- aplaudida y galardonada con el III Premio de Novela Histórica de la Fundación Villalar de Castilla y León. Aunque su libro se construye en 700 páginas, pasó a dos partes totalmente independientes. Nos quedamos en el primero, “Trémula vida”, desde su viejo mundo, esperando la segunda parte que nos haga respirar hondo…en el nuevo.
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¿Cómo surge esto de ser escritor?
Soy médico y siempre he escrito para mí. Un día surge una historia que me interesa, y empiezo a contarla. La cuento para mí, sin más intención, pero me pongo y acabo con 700 páginas. Lo tenía guardado y una amiga correctora me pidió leerlo y corregirlo. Fue ella la que me presentó al premio, pero dividió el libro en dos partes, para que no fuera tan grande. Lo presentó y ganó.
Lo primero que escribe para otro, lo primero que presenta y lo primero que gana…carambola…
Sí. Ha sido cuestión de suerte, porque yo no soy escritor…y lo digo con toda la humildad.
Pero esa carrera vertiginosa ¿da cierto empuje a seguir?
Yo sigo escribiendo porque siempre escribo, pero no me dedico a eso.
Pero ¿qué tenía esa historia para pensar en inmortalizarla?
Yo tengo la historia de un viaje. Es una historia propia. Yo soy un cuentacuentos…cuento cuentos que se olvidan, porque no los escribo. Sólo los cuento. Mi hija, que ya ha fallecido, siempre me animó a que los escribiera. Sobre eso empecé a pensar en escribir una historia que me llevara de un mundo que no me gusta a otro que sí…¿cómo puedo hacer ese viaje desde el viejo mundo a un mundo nuevo, como le he llamado? Fui encontrando la manera caminando hacia el siglo XVI, encontrando lugares bercianos. Quería que de aquí salieran los personajes que se van. Esa huída es lo que cuenta el libro, que acaba al llegar al nuevo mundo…Allí aparecen muchas cosas. Investigando descubrí una historia muy bonita sobre un cuadro de la Virgen de la Leche, que está en Astorga y cómo se traslada de la Diócesis de Astorga a la parte Norte del Reino de las Américas, donde había gente de aquí e iniciaron la reconversión de lo que se llama San José. A mí esa historia me la contó mi tío. Me viene dada y me enganchó. Por eso uno de los protagonistas del libro se llama Felicísimo, como mi tío.
Nos queda ese nuevo mundo por ver…
Queda esa segunda parte por publicar, que para mí es fundamental…habla de cómo se desarrolla ese nuevo mundo y cómo se va llenando de cosas diferentes, porque es un mundo distinto. Es ficción, pero parte de certeza hay, porque allí fue el primer sitio donde la colonización fue de convivencia…Aquello que me contaba mi tío fue prendiendo y yo quería darle salida. Es un mundo que yo no conozco y que he idealizado…pero esa es la segunda parte y…a ver qué pasa con ella.
Nos miramos en la primera, ¿qué hay de Bierzo en ese primer libro?
Todo es Bierzo. La familia es de allí, de un pequeño pueblo de Villafranca. Hay una parte del libro que habla del gran tesoro del Temple, que muchos lo desconocéis. Está en Cornatel y es una planta maravillosa, la petrocoptis viscosa, cuyo estudio he hecho y publicaré en una revista especializada. Habla mucho de Corullón, del Marquesado de Villafranca, porque me interesa mucho. Y el Castillo de Cornatel lo recreo entero, porque uno de los personajes sale de él. Se habla de Astorga también, porque es interesante, ya que, en la época en la que se desarrolla ese cuadro de la Virgen de la Leche El Bierzo era la parte pobre de la Diócesis, pero a la vez había muchos valores ascéticos. Se veía al Bierzo como un lugar para perderse. En Astorga interesaba esta zona para ello y Villafranca era la capital. También hablo de La Bañeza, porque allí estaba el Monasterio más interesante del occidente durante mucho tiempo, San Esteban de Nogales. Mi tío me lo había contado. Al parecer, el Monasterio de Piedra es una réplica de este. Ahora está en ruinas, pero aún se observa la grandiosidad de lo que fue. Esa parte tiene un algo de intriga. Felicísimo hace un viaje de reconversión con su maestro y surge una trama. Hay varias tramas, tres o cuatro historias que al final confluyen de casualidad.
¿Por qué el título “Trémula vida”?
No lo sé. Me gustó porque la vida, a veces, te lleva por lugares por los que no has querido pasar. Apareces y desa-pareces. Entras y sales…converges en un sitio que no buscabas…simplemente, llegas.
¿Tiene sentido esta primera novela sin la publicación de la segunda?
Sí. Se pueden leer totalmente aisladas, porque la segunda parte comienza diez años después. Yo, al principio pensaba que no, porque era un viaje único, también interior, para mi. Es un viaje de sentimientos. Lo que quería expresar está más adentro.
Pero ¿ese viaje interior también tiene sentido sin la segunda parte?
Curiosamente creo que tiene sentido en las dos partes del libro. En la primera, por la huida, y en la segunda, porque empiezas a hacerte de nuevo, distinto…partiendo de la nada.
Un canto optimista entonces…
Absolutamente. La vida te trae desgracias en el camino y alguno sabemos mucho de eso, pero la realidad siempre lleva mucho aire nuevo…Pero yo no soy escritor ni me siento como tal…
Pero este libro es un punto y seguido…
Sí, yo sigo escribiendo, pero escribo lento. Este libro me llevó cinco años, pero es que yo me dedico a otras cosas, no a escribir. Mi hobbie es escribir, pero también la viña, la poda, hacer vino. Sí me gustaría que escribir fuera una forma de vida, pero no lo es hoy, y creo que mi libro no va a llegar a tanto…
Un libro que ¿en qué lleva su firma?
Algunas personas que lo han leído y que me aprecian, dicen que soy directo y que empleo muchas palabras de la jerga familiar, de nuestras raíces. Son palabras que no voy a dejar de usar, porque me parecen tan bonitas…Son muy de pueblo y yo vengo de allí…soy muy humilde. Mis padres eran campesinos y con su esfuerzo nos educaron. Eso, para mí, tiene un valor tremendo, tal vez por eso le de ese valor a su jerga. Me enorgullezco de ello y me revelo contra los que se avergüenzan de eso. Me sumo a todos los que dicen que no se puede perder aquello que es nuestro. El lenguaje es nuestro. No podemos olvidarnos de aquellas palabras en desuso. No quiero olvidarme de ellas, al contrario, las busco, y las voy a usar con todas las ganas y las voy a defender. Me gusta identificarme con el territorio en el que vivo. Soy un recopilador de palabras. No quiero que se pierdan. Hay que defender lo nuestro y protegerlo, por eso me he interesado por la planta del Castillo de Cornatel. Es algo que no debemos ocultar, porque es un endemismo nuestro. Hay que darle valor a lo que tenemos.
Este libro es más que suyo, es de su tío, de su madre…de todos aquellos que le contaron historias…
Es el libro de la familia, que desde lo más humilde ha influido en él. Ese es el viejo mundo…el nuevo mundo es otra historia donde empieza otra cosa.
Un viaje que ¿ha producido un cambio en el escritor?
No, yo soy el que soy, aunque nos estamos reconvirtiendo cada día que pasa, con el impacto que van dejando los demás en nosotros…y malo si no es así. Hay gente que es plana y a los que no les afecta nada. Me encanta hablar con la gente mayor de estas zonas, que te hablan con toda normalidad y me quedo con eso…No se puede perder, para cuando lo puedas usar. Los mayores se van y se pierde. Si nadie se atreve a recoger sus palabras, se pierden.
Y en pos a esa importancia de no perder las cosas, supongo que le gustaría ver publicada la historia de ese viaje completo al nuevo mundo…
Me encantaría, pero no es fácil. Aún no se ha leído este primer libro y veremos si interesa o no.

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