Foncebadón

Foncebadón

miércoles, 15 de abril de 2015

El nacimiento de los libros...

Pensar en un nacimiento no es algo fútil; sé que para muchos un blog de lectura y literatura no significa, en los días que corren, apenas nada, sin embargo para mí es toda una aventura, un universo que espero compartir con los pocos lectores que se acerquen a mi ventana. Me gustaría empezar por una exposición que hizo Ibn Abi Usaybia de las circunstancias en que fue asimilado el contenido de la Materia médica de Dioscórides:
«El soberano andalusí, Abd al-Rahman al-Nasir, recibió de Romano, emperador de Bizancio, creo que en el año 948, una carta y regalos de gran valor, entre los que se encontraba el tratado de Dioscórides, ilustrado con magníficas pinturas... El emperador le decía en su carta: “No puede aprovecharse el Dioscórides más que con un traductor que domine el griego y conozca los medicamentos. Si tienes en tu país quien reuna estos dos saberes, obtendrás, ¡oh, Rey!, el mayor provecho de este libro”... Entre los cristianos de Córdoba no había nadie que supiera leer griego, que es el jónico antiguo, y el libro se quedó en la biblioteca de al-Nasir sin ser traducido al árabe. Estaba en al-Ándalus, pero se utilizaba la versión de Istifan ibn Basil (Esteban), procedente de Bagdad. En respuesta al emperador Romano, al-Nasir le pidió que le enviase a alguien que hablara griego y latín para que enseñara estos idiomas a sus esclavos, que así se convertirían en traductores. El emperador le envió un monje llamado Nicolás, que llegó a Córdoba el año 951. Había entonces, en dicha ciudad, varios médicos que se ocupaban activamente de interpretar los nombres de los medicamentos simples del tratado de Dioscórides, cuya denominación en árabe no se conocía aún. Ninguno tenía más interés en esta tarea, con el fin de conservar el favor del soberano, que el judío Hasday ibn Saprut. El monje Nicolás se convirtió en su amigo íntimo y pudo así interpretar los nombres del libro de Dioscórides que todavía eran ignorados».
Este párrafo me encandiló hace ya muchos años: No había en todo el reino nadie que hablara griego y que conociera los medicamentos, tuvo que llegar un monje de Bizancio, enviado por su emperador, que, a su vez, después de estudiar junto a un judío, pudo interpretar aquello que a la fecha era ignorado.
El andalusí pide al bizantino y éste, en correspondencia a sus favores, le envía a un cristiano que no es capaz de enseñar a nadie el griego, ya que no había interés alguno en dicha lengua en todo el reino. Para evitar la abulia, intima con un judío que le enseña la materia médica, y el monje se convierte en un erudito de los medicamentos simples, pues su verdadero interés era volver a su convento bizantino...
Tan maravilloso argumento podrá ser el fruto de una novela... Pero no iba a eso, tampoco a presentar una síntesis sobre las medicinas «arcaicas», aunque sin querer me haga recordar a la diosa madre Ishtar de los asirios que representaba el principio regenerador en la naturaleza, esa gran madre de la que procede cuanto hay vivo en nuestro universo. Mi interés únicamente radica en enseñar esos pequeños pero maravillosos hallazgos llamados libros, que a ´mí tanto me han entusiasmado; también los míos, pues uno no puede olvidar la naturaleza humana y parece que ahora todo lo que no sale en la web, no tiene valor...
Si bien sé de buena tinta que mi capacidad para vender es nula, por ello mi propósito únicamente se quedará en compartir, en intentar dar, sin «recibo» alguno, con mis palabras y las de quien me acompañe, ya que abierto queda a todos y cada uno de ustedes, maravillosos lectores, pues si han llegado hasta esta línea, ya sólo el esfuerzo les merece mi total confianza.

No hay comentarios:

Publicar un comentario