Que
la luz te desvele,
que
la sombra te cobije,
que
la paz te alimente,
que
el desvelo se impaciente.
A la
sombra de la higuera te sigo esperando,
desnudo,
sin abrigo y con suerte.
Despejo
mis dudas al comprender tu ventura,
pero
cansino me acomodo a la espera.
En
silencio perpetuo mi lucha,
me
giro en silencio y te veo:
Estás
tan lozana y lejana,
que
envidio tu suerte.
Y
aparece el deseo, ese animal impasible.
Lo
ahuyento a voces, ni se inmuta.
Lo
llamo torpe y se revela.
Me
miro en un espejo de agua fresca,
y al
verme me reconozco otrora perdido.
Y así
me pasan los días, en silencio,
ingobernable,
sin rumbo.
Francisco
Javier Ramos Alija 19/8/2016
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