El
silencio me recordó su anhelo,
una
suerte de cruel apariencia,
un
perfecto mensaje no escrito,
la
visión de una luz deslumbrante.
Y la
miré de cerca,
y la
sentí muy dentro.
Y me
perdí en la espera,
y
sufrí en silencio.
La
mirada de su triste cara,
me
recordó la impostada forma del deseo,
subyugado
a sus talentos,
sin
embargo no arrimaba a mis consuelos.
Difícil
mezcla, imposible acaso,
vislumbró
la luz ante mis apagadas maneras,
y
comprendió al fin que su suerte estaba separada,
que
su luz vigilaba en la distancia,
que
no era yo su fuente de energía,
tan
solo un rufián que la agostaba.
Y vio
y comprendió,
encontró
su aquel y su aparte,
su
dios y su suerte,
el
sexo en plenitud y lleno,
las
caricias del amor pleno.
Y yo
mirando y sintiendo alegría,
infelices
aquellos que solo ven hacia si mismos.
La
veo lozana, mejorada, sonriente.
Además
me huye, lo siento.
Sin
embargo la veo y la quiero.
Entiendo
su suerte y se la deseo plena,
seguro
de su chance,
embriagado
con su ventura,
acaricio
su figura en un sueño sonriente.
Y se
acerca a mi,
ya no
es la misma,
me
mira con distancia,
me
dice que me quiere,
sin
embargo no me oprime,
está
saciada.
¡Me
alegro de su suerte!
Francisco
Javier Ramos Alija 25/8/2016